martes, 13 de marzo de 2012

CAMINANTE, SÍ HAY CAMINO ...

... ¿A quién no le ha llegado al alma el poema de Machado que tantas veces hemos oído cantar y, hasta si no cantado,  nos hemos atrevido a gritar? El poema es simple, con un toque de rebeldía que parece poner fin a una vieja discusión, a una vieja creencia que había traspasado los siglos y llegado hasta nosotros. El poema parece decir, desengáñate, que no hay ruta que seguir, que cada camino lo hacen nuestros pasos día a día. ¿Pero no existía un camino del bien y un camino del mal? Tras la voz de Machado parece que se esfuma la ancestral sabiduría. Padres, reflexionad sobre el asunto.

     Si  el poema no encerrase una verdad, no nos hubiera llegado al hondón del sentimiento. Ya lo creo que la contiene. Pero al mismo tiempo pone en peligro una verdad no menos cierta y no menos fecunda.. Precisamente porque somos personas, seres únicos e irrepetibles, nadie repetirá  existencialmente nuestra vida. En este sentido es verdad que nuestro vivir traza sendas al andar que se borran como  las estelas efímeras que trazan las naves sobre el mar. En este sentido es verdad que  el camino son las huellas que, al mismo tiempo que caminamos,  construyen el camino y se borran como se evapora el rocío en los prados.


     El poema resalta la importancia de cada una de nuestras vidas en sí mimas. Curiosamente se adelanta Machado en unos años a lo que la corriente filosófica del existencialismo resaltó. No entes sólo ni substancias, sino esencias. Cada vida construye una senda que resulta infranqueable. “nunca se ha de volver a pisar”. Filosóficamente el tema es verdadero, ontológicamente, dirían los entendidos; pero no ejemplarmente.

     Hay vidas modélicas. Existen comportamientos humanos que debemos seguir e imitar. Vidas que sí abren caminos y sendas franqueables y convenientes. Huellas que facilitan ruta y destino. Machado nos confiesa en otro texto que prefiere al Cristo que anduvo sobre la mar. Yo venero la cruz y las espinas y los clavos, las bienaventuranzas y las multiplicaciones, porque sé que Cristo es el camino, que  curiosa o paradójicamente hacemos cada uno de nosotros al andar.. Cuántos ánimos decaen hoy por pensar que el camino, vivir, no lleva a ninguna parte.


     El poema es elaborado con enormes dificultades, contracorriente, diríamos. Tiene que afirmar una nueva verdad sobre o contra creencia inveterada. La primera dificultad la encuentra el poeta en la primera palabra que utiliza. Caminante es hoy un sustantivo, pero proviene de un participio de presente; caminante es el que camina. 
En castellano no es lo mismo caminar que andar. Una persona andariega o un caballero andante se dice de alguien que  realiza la acción de mover los pies sobre la tierra muy a menudo o de ir de un lado para otro. Andar es acción, caminar implica ruta y dirección. No en vano se dice que todos los caminos llevan a Roma.. Andar puede ser simple ejercicio físico, Hacer el camino es ir hacia. El poeta tiene que derrumbar todo lo implícito, por eso afirmará sin espacio a la vacilación, “caminante, no hay camino”. No menos dificultoso  le resulta al poeta la palabra huellas, o son o no son, o están o no son o quedan o tampoco son.. Dejar y seguir huellas, algo nos indica de quienes nos precedieron. Las personas ejemplares siempre dejaron huella. El poeta tiene que ser rotundo en su afirmación, tanto que si no fuera por la necesidad de afirmación contundente, el “nada más”  se transformaría en un ripio, que en el contexto no lo es.

No hay comentarios:

Publicar un comentario